Un gato, o quizás mi gato, porque aunque no es mío
todas las noches entra en la cocina
y se trepa a la mesa donde yo garabateo un poema,
se pasea, se echa sobre mis libros panza arriba,
y ronroneando va mordiéndome los brazos
amorosamente a gusto entre las cenizas y el teclado
y mi no creer en nada.
Mauricio Escribano
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