Mi hermano dice que he perdido pelo que estoy mucho más encanecido que llegó el agua a las hogueras de mis ojos que de pronto he envejecido en estos años cazando al norte la veloz circunferencia de una estrella. Mis amigos dicen que ya no soy el mismo que ya no traigo llaves sin finales, vinos celestes, ni salmones de colores casi audibles. Que ya no levanto una ceja paternal y laboriosa a la hora de perpetuar los himnos del verano. Mis clientes no entienden cómo voy con mis palabras por los bares, vendiendo libros en las mesas. Si me vieras, si por azar te encontraras conmigo y me vieras desde lejos, creerías que no es cierto, que no puede ser así la apariencia del destino. No encontrarías al hombre que atesoras en las fotos. No reconocerías siquiera que es la misma ropa de ayer, la que ahora luce sus remiendos de nostalgia. Sin embargo hoy me arriesgo al sur, furtivamente, entre rosas de arrabal y cielo propio, donde otra mujer triste y majestuosa (a la que llevo igual que a mi cuchillo) le bastan mis lágrimas esquivas, mi sonrisa que demora, y este semen demencial para saber que he sido tuyo. Mauricio Escribano Imagen Antonio Palmerini
Es habitual que ronde este camino inundándome de grises mientras te busco en la renuncia y la lluvia se empecina en borrarte de mi vida para siempre. Nadie sabe de este hierro que se moja de este musgo que me pesa de estos ojos empapados en ginebra. Solo pido que la luna con un gesto nos aplique la ley del desencanto. Y en un charco de tinta abandonada: Ya no vea tu espejo vivo ni mi eléctrico fantasma ni este fuego que no enciende bajo el agua un cigarrillo. Mauricio Escribano Imagen Katia Chausheva
No sé por dónde ir pero voy por esta calle asomándome a mi antojo a las ventanas y mostrándoles quien soy a las esquinas. Es cierto que me alejo aunque quisiera que el dolor no me lo pida y quedarme para siempre como un viento solidario en tus cajones. Mauricio Escribano Imagen Katia Chausheva
Para mí este es el comienzo. La muerte nuestra línea divisoria. Ustedes deberán estudiar la problemática de haber quedado al otro lado del cerrojo donde llueve y no hay consuelo. Incluso tendrán que cerciorarse varias veces que estoy muerto. Desde luego me verán en una foto amarillenta sepultado en la más profunda altura donde he abierto nuevamente mis pupilas. Mauricio Escribano Imagen Masao Yamamoto
Nos dejamos el gualicho de mirarnos y ahora ya sos como el oro, un mineral desnudo que afiebra mi torso en las higueras. Y sé muy bien que te disculpas, como ellos quieren que lo hagas. Mientras te sacas la pelusa con tus dedos delicados. Ellos se irán, estarán conformes. No saben que andarás atolondrada echando humito de locomotora, para verme como loca en la florescencia de una uva. No los dejarás saber tanto, les sería monótono entender este trocito de amor que nos queda. Les dirás que mi lengua entró en tu boca como podría haber entrado una mosca. Pero jamás que llevas los labios negros por enchufarnos un beso de cien mil voltios. Ellos se irán por pasillos de humedad, desestimando que nos dimos la clave del verano. No te imaginan con la nariz llena de dulce de leche, ni rondarán tus batallas silenciosas. Omitirás mencionarles tus liturgias, que te montas en tus dedos pensando en mi sonrisa de doscientos caballos de fuerza. Y no sabrán nunca que nos dejamos esta segunda parte por azar, al dejarnos tan lejos.
Debes divisar la melena de un poeta alguna iguana que se acerca es factible que así sea que algo gané la distancia y esta noche entre en contacto. No estés triste, estando sola es común que eso suceda, las cosas siempre están en viaje y dan por hecho lo que ignoran. Tanta ausencia te condena a la gubia de otras voces que se acercan cuando ya no me recuerdas y te hayas convencida. Te lo dije frente a este mismo cenicero, podrán buscarte con su aliento y apresurar algún inicio aunque todo te lo niegues. Para entonces creerás que he sido un huésped, no lo dudes, y promete ser feliz como mereces. Ahora inicias el camino de olvidarme y este poeta solitario, este hombre que fue iguana, ya no puede dar contigo. Mauricio Escribano
He cobijado la miseria y ahora me acurruco de espaldas a la brutalidad del viento. Aún queda mi silueta y la soledad que está siempre en su sitio mientras todo se borra. Pensar que yo venía a abrazarte, venía feliz, como un ser leve y bello que confiaba en tu desorden, en lo que dejaste al principio y hoy entristece el amor que me atribuyo. Todo ha sucedido, pero sobre todo la tristeza, yo pensaba abrazarte sin fronteras, como a un taller de golondrinas, como a un enorme pez de luz que me llevara hacia aguas respirables. Y me encontré con tu cabello desclavado, un mecanismo de botellas y de polvo cuchicheando lo que ignoro de tus labios, y aquellos nomeolvides echados al lavarropa. Mi gata está asustada debajo de la mesa, sin embargo me gana el impulso de abrigarla contra este eco de postigos que se cierran, porque acaso sea ese el único amor que quedó intacto. Mientras todo lo demás va borrándose de a poco, huyendo de nosotros donde el fin no tiene limites; todo, menos esta especie de felicidad escondida que es la poesía de amarte.
Desnudo en actitud de remediar mi lastimada transparencia, sonrío sobre un muro de tinta solitaria a la sombra de un dios propio y perdurable. Entre nosotros hay una historia comiéndose la lengua. Un trofeo de lágrimas en órbita y visuales ademanes de plegaria. Sucede que hice un pacto, un abrupto sacramento, una epístola de brujos y de brujas cosiéndome los labios de silencio, sujeto yo a los huesos de los árboles. Y me sonrío a pesar de que te odio para que cumplas tu destino. Tu efímero destino de quemarme donde estallan los pronombres, hasta alumbrar el cuero del dragón que me consume. O arrancarme la piel para ver cómo fulguran mis diamantes en tus manos diminutas y salvajes. Solo entonces contribuyes y apuñalas tu vagina con mis dedos -Un ermitaño de callado amor desnuda el hashish- Y tú también sonríes aunque me odies, y te peinas después de lo que somos, porque el dios supo darnos la luz que cicatriza el vacío de la noche. Mauricio Escribano
Podría permanecer de pie en esta esquina y como tantas cosas inútiles quedarme aquí hasta adquirir el aspecto de un vago. La idea es geométrica. Envejeceré divagando hasta la locura y reduciré mi vida al cálculo infinito de encontrarte. Así que por favor ahórrame eso –solamente eso- O seguiré de pie en esta equina cuando llegue la noche. Mauricio Escribano Imagen Katia Chausheva
. “Si uno pudiera ser un piel roja, siempre alerta, y sobre un caballo que cabalgara veloz, a través del viento, constantemente estremecido sobre la tierra temblorosa, hasta quedar sin espuelas, porque no hacen falta espuelas, hasta perder las riendas, porque no hacen falta riendas, y que en cuanto viera ante sí el campo como una pradera rasa, hubieran desaparecido las crines y la cabeza del caballo”. Franz Kafka
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Si quieres volar déjate caer porque no hay nada de que agarrarse absolutamente nada de que agarrarse y eso, la nada, es la libertad. Mauricio Escribano
Quisiera prescindir de esta lluvia en contra mío. Supongo que la carta se ha mojado. Llueve sobre las cuerdas pensativas de tu pelo. Silenciosamente la tarde está lloviendo. A perpetuidad como querías. Mauricio Escribano Imagen Katia Chausheva