Desnudo en actitud de remediar
mi lastimada transparencia, sonrío
sobre un muro de tinta solitaria
a la sombra de un dios propio
y perdurable.
Entre nosotros hay una historia
comiéndose la lengua. Un trofeo
de lágrimas en órbita y visuales
ademanes de plegaria.
Sucede que hice un pacto, un abrupto
sacramento, una epístola de brujos
y de brujas cosiéndome los labios
de silencio, sujeto yo a los huesos
de los árboles.
Y me sonrío a pesar de que te odio
para que cumplas tu destino. Tu efímero
destino de quemarme donde estallan
los pronombres, hasta alumbrar el cuero
del dragón que me consume. O arrancarme
la piel para ver cómo fulguran mis diamantes
en tus manos diminutas y salvajes.
Solo entonces contribuyes y apuñalas tu vagina
con mis dedos -Un ermitaño de callado amor
desnuda el hashish- Y tú también sonríes
aunque me odies, y te peinas después
de lo que somos, porque el dios supo darnos
la luz que cicatriza el vacío de la noche.
Mauricio Escribano
.
No hay comentarios:
Publicar un comentario