Todas las cifras de la luz
cabían en tus ojos,
no tenía bordes el amor.
Los relámpagos
giraban su cabeza para vernos
y cada rayo de sol
posaba un pájaro en tu pelo.
Será que la luz hizo sus cosas,
quizás llamó a sus muertos.
Porque sólo quedó un fuego
quemando nuestros huesos en la luna,
y una eternidad sin rastro
de nosotros.
Mauricio Escribano
Imagen Katia Chausheva
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