A veces
sostenía una taza llena
de resignaciones,
blanca, incandescente,
como un cuenco de perezas.
Otras
sujetada a las higueras
se bañaba en pimienta,
se pintaba los labios,
y su vestido brillaba
repleto de flores.
Pero esta vez
sintiendo la impaciencia
del amor en todas sus cavidades,
soltó la cinta de su pelo
y corrió hasta perderse
en una nube violeta.
Mauricio Escribano
Imagen Noelle Buske
.
Precioso
ResponderEliminarEl amor cambia los ritmos
La pausa acelera el latido
nacen alas en el deseo