Barre el polvo. Elude los relojes. Sabe bien
que ningún hombre beberá las arterias ingeniosas
de sus flores, ni se dormirá sobre su pecho,
gratamente abatido por un hechizo de geranios.
Bajo la somnolencia de los árboles se le hace
tarde para todo. Ella abre y cierra puertas
que no dan a ningún lado. Si pregunta por la sed,
rompe a llorar con la violencia del cristal
cuando se parte. Ya ha pasado tanto invierno
sin que nadie encienda el fuego, que acaso
la tristeza ha enrojecido sus lunares. Nadie
insiste al otro lado del jardín. Cada noche
escribe cartas de amor a un hombre muerto.
Y en su cuarto las muñecas aún la miran siempre
niñas, mientras ella envejecida se atraganta
con un pájaro.
Mauricio Escribano
Imagen Katia Chausheva
.
No hay comentarios:
Publicar un comentario