Todavía usas el antifaz de los arbustos
y ardes en la humedad
que te inyectan las flores.
Aún se nota el estupor de tu vestido
colgado en los alambres de la noche.
Hay tomos eternos describiendo
tu melena de palomas.
Y pensar que yo supe tenerte muy
cerca. Hincarte los dientes. Más cerca
volver a morderte y sentir otra vez
que se tajan de miel tus pezones.
Fue un honor asaltarte las piernas.
Que tus piernas me mojen.
Y arrancarle las alas al sujetador
hasta verte caer en mis ojos.
Te lo digo con respeto. Convencido
de tristeza. Como quien se quedó solo
ante el último recuerdo.
Mauricio Escribano
Imagen Kristamas Klousch
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