antes cuando todo era un sueño
vivir era distinto
los ojos veían desde el cielo
y la tierra era un basalto
un trozo de campana
al hombre le brillaban herramientas en las manos
y un día a la vez
alcanzaba para todo
por las noches
los sueños nos cantaban
con sus grillos de colores
y aunque el mundo fuera triste
la sangre aún era intensa
como un vino primitivo
la aurora aparecía en el jardín
donde viven las rosas y la niebla
y soltaba su melena de horizonte
cada uno era un puente delicado
una alondra alejada de su sitio
tras un sueño más alto todavía
un aroma a frutas rojas
colmaba el aire taciturno de esta casa
que hoy no existe en ningún lado
y yo soñaba una muchacha con piernas de gitana
que traía una tormenta de uvas en la boca
y racimos de luz para mis labios.
—no es que haya muerto la muchacha—
¡son los sueños!
se estrellaron en bandadas contra los rascacielos
encallaron en las playas repletas de turistas
y nos sacamos fotos
junto a los grandes sueños que morían
al resto los privatizaron
los compraron las empresas
les pusieron alambrado
no hay ni un sueño diminuto
el último
se guardaba de la lluvia a la altura del invierno
era un sueño de ternura
luego sólo quedó un charco en el que un niño se miraba.
Mauricio Escribano
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