Es una puerta sufrida
la que aún derrota mis manos.
Una puerta y su más allá irremediable.
Un orden de criaturas inmóviles
donde una lámpara triste
le aplica luz a mi sangre.
No había nadie esperándome.
Allí me he dormido borracho
sin que nadie responda al silencio
(como un discreto borracho)
supervisando en la puerta
su antiguo abrirse en tus manos.
Mauricio Escribano
.
No hay comentarios:
Publicar un comentario