Esa mujer que se esconde en su pelo
y en las calles
desnuda las puertas cerradas
de golpe hoy ha robado
y no sintió miedo.
Sabe que comienza a lo lejos
que está perdida
y es la luz
de una estrella fantasma
muerta hace tiempo.
Observa que yo la he notado
(no diré nada)
son mis ganas mudas
de cocinarle esperanzas
aunque me coma los ojos.
Como un acróbata
que cae de la cuerda
un hambre carísimo
saltó de su sangre.
Ahora sé que llegó
desde el cielo
ella es la piedra rota
en innumerables pedazos.
Mauricio Escribano
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