Ya no hay más sitio en el fuego,
nada disipa sus alas. Desde el fondo
eres mía. Donde un ardor de mil luces
incendia tu ombligo. También tus coxis.
La nuca contorsionista. Tu lengua que gira
despacio en la música quemada.
Porque otro reino contiguo al silencio
se alumbra dentro de nosotros.
Y no hay manera. Le sale sangre
a este fuego. Ya el ángel mío
se adueña de tus rincones.
Mauricio Escribano
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