La vi en la esquina de la Biblioteca.
No, no la vi. Se me mostró que no
es lo mismo. Tantas cosas para ver,
y ella brilló como un relámpago.
Porque quiso, claro. Desató su pelo
de alas negras, y me asaltaron
golondrinas en el aire. Si lo pienso,
los dedos se me meten en los ojos.
Yo era un ángel agotándose en el libro
de otros besos. Ya estaba próximo.
Y venía de recorrer un tiempo muerto.
Por eso haciendo un ademán me señaló
con su sonrisa. Quiso que me acerque
a respirarla. Claro, que quiso. Recién
entonces comprendí, que yo venía
caminando de muy lejos. Sobre
una linea en la palma de su mano.
Mauricio Escribano
Imagen Manuel Garcia Campos
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