Este es su ojo, el ojo que sufre,
arrancado a un verso podrido,
el ojo dentro del equipaje,
la cara con bozal.
Ese hombre que invernó
en su corazón, habita el fuego,
y al fuego le llama dios.
Él proviene de otro mundo,
trae fósiles debajo la lengua,
sus palabras desentierran
huesos hiperbóreos,
y los huesos parpadean.
De la tumba que excavó
ha crecido un limonero,
ahora sí, démosle espacio,
dejemos que se trepe a colgar
sus harapos en la luna.
Mauricio Escribano
Imagen Polina Washington
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