Vos mirando el andén desde una ventana
con poca memoria. Otra vez tus ojos
partiendo desde agosto en ese tren que va
a la luna y es algo así como estar triste.
Te me vas ahora, sin prisa. Igual que un
caracol que llora sus caminos. Los trenes
son embudos, microscópicos finales.
Yo hablaré con el crepúsculo. Tendré
la costumbre de arrinconar mi boca
en la escama del vino. Cada vez más
me quedaré con esta piedra de melancolía.
Vos me la regalaste. Mientras leías
con los dedos los hilos de la lluvia.
La guardaré inaudible hasta que seas
vieja y en un delirio me la demandes.
Mauricio Escribano
Imagen Oleg Andreev
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