Donde hay luz hay sombras. Basta un arenal, un verbo hecho trizas y un rastro en penumbras para que la claridad se deforme. Allí sobre un alambre callado, todo el viento es una grulla, y el campo asoma su cabeza buscando un guante negro. Será que para caber en lo que fuimos, se necesitan estatuas de piedra pensativa. Horas y horas de apaciguar la cintura, aun cuando nadie detenga el silencio. Como una piedra de papel desapareciste en la tormenta. Era imprescindible diagramar el agua. Ya con gubias de alondra he tachado tu nombre. Sin embargo también he mirado en tus ojos. Y reproduciendo el milagro archivé tu humedad en flamantes cajones. Por si acaso mi amor. Tropezando en la luz un relámpago inmenso te abriera el vestido, y encontraras mis manos. Mauricio Escribano
Nunca voy a olvidarte Fue como asomarse a un templo a una caverna llena de flores y velas Con vos supe que hay otro infinito y que el amor no tiene clemencia.
estoy en mis raíces como un gato calculando el salto (vos en el mercado chino robándote un paté porque me viste hacerlo alguna vez y todavía no lo sé pero venís y me contás que la china te descubrió por las cámaras entonces nos reímos justo cuando empezaba este poema metafísico) la velocidad de lo inmóvil lo atraviesa todo (tuviste que dejar algunas cosas menos el vino y el paté de ciervo y no parás de contarme que la china te puteaba en mandarín mientras abrís la lata) en el ojo hay un espejo y el espejo da a otro mundo (si te interesara lo que escribo serías una musa de rigor llenando vasos de distancia en cambio vos querés aprender de mí todo lo malo) hablo entre telarañas desde una galaxia de impiedad con su ojo felino acechando cada instante de tu cuerpo (y ahora me das vino me convidás del paté más rico del mundo mientras yo escribo el poema con la tinta de las cosas que cazamos para que digan quiénes somos por debajo de la ropa) donde tu alma pesa más que el mar porque no tiene fondo y sin embargo vuela.
con agua de un abismo y húmedas panteras golpeé la puerta de tu casa como un agua que tiembla en su feroz manera de buscarte. Mauricio Escribano Imagen Katia Chausheva
solo espero a que vuelva el trapecio alcanzarte en el aire respirar todo el vértigo que me da tu boca te miro no veo otra cosa que no sean tus manos buscando las mías ni siquiera las rosas que caen al abismo cuando el público aplaude. Mauricio Escribano
cuando ya no vuelvas arrojaré piedras al río hasta que otra flor llegue en el agua aquí estaré sin bajarte los ojos hasta que desaparezcas impredecible como la tormenta que te trajo a esta orilla
aquí no hay otro umbral que el amor y la flor que no llegó para quedarse desaparece en la danza del agua. Mauricio Escribano Imagen Jonė
Reed
Que te alcancen esas noches -no importa cuantas fueron- Ya habrá otras noches igualitas. Que te duren lo que tardes con el tiempo en ponerlas todas en hilera. Serán como un camino de veloces hormigitas llevándose tus pedacitos hacia el hormiguero. Mauricio Escribano Imagen Nishe
Mi amor no será tu amor. Solo hay sangre de ciervo en la nieve. Comeremos de esta carne hasta que se acabe toda. Mira este lugar. Sus caminos nos oyen entrar en las sombras. Todo el bosque está soñando la muerte del ciervo. Mauricio Escribano Imagen Aëla Labbé
Tenían en común los nervios de las calles en invierno y el horror de recordar la belleza bombardeada de hojas muertas. Entonces la idea de aquel frío se volvió perfecta para ambos. Mauricio Escribano Imagen Abril Peiretti
Levántate Piedra. Levántate ya y haz que estallen los frutos celestes que imantan las nubes. Que salgan los bichos oscuros que habitan tus limbos. Así nos ve Dios: Pequeños, lustrosos, extrañas criaturas. Revélanos tu saber oculto. Despierta del sueño. Sacúdete Piedra. Sacúdete y vuela. Mauricio Escribano Imagen Hélène
Desplechin
Lo hizo con cierta fragilidad como si abriera lentamente una carta inesperada. No había ninguna otra razón para besarme rasgando mis labios de ese modo. Era capaz a su manera de desnudarse como si desvistiera a otra mujer. Y luego parecía desconcertada de encontrarse allí desnuda sin poder explicárselo. Supongo que la “otra" era verdaderamente ella y que ésa era su forma de retratarse viva. De estar plena en el instante en que toda mi fauna se enredaba en su pelo. Mauricio Escribano Imagen Anina Bird
No es tanto la noche. Sino los fósforos que enciendes en la mente. No es la aguja de la tos que va clavándose en los sueños. Sino andar con la tristeza alucinada. Ni siquiera es el nudo en la garganta. Sino el recurso de inclinarse cuando es tiempo. Porque no hay otra manera de acostarse con la muerte. Mauricio Escribano Imagen Diane Powers
Creí que callabas que cabías en las grietas como el viento que busca claridad en las tuberías. Pero la noche humedece tus zapatos y no quiero saber de tus vendajes después de tus pies en la tormenta. El hombre que te ama lleva el mar en sus testículos se queda solo en lo más hondo copiando insomnios a las tres de la mañana. Si al menos callaras por oficio de agua subterránea te saldrías con la tuya y aún cometiendo todas las torpezas lloverías en mi boca. Mauricio Escribano Imagen 美撒郭
arriba hay un cielo criminal y una constelación de polillas en la luz de mi frente no es que yo no sepa regular escalofríos cuando el viento tira golpes más bien quisiera desabrocharte la boca en una esquina y colapsar en tu sexo en vez de una manta peatonal donde vender tanta ceniza y volver sobre mis pasos hacia un tráiler baleado por la lluvia. Mauricio Escribano Imagen Antonio Palmerini
Levanté la niebla. Debajo tu cuerpo desnudo esperaba el rocío que inicia mi boca. Mezclamos las voces, mordimos los besos, y muy dentro mío se abrieron tus ojos. Deseabas mirar cómo era un amor tan profundo. Mauricio Escribano Imagen Hélène Desplechin
Llegaste de un pasto gris de catarros y tristezas, buscándome a tientas con tus manos sucias, y esa tos que te obsesiona con la duda. Yo vi que en tu pelo había papel soñado y plumas de tormenta. Tenías el sabor final de lo infinito. Tan desnuda de amor bajo la hiedra que tus pezones germinaban en mi boca. Nunca sabré si me amabas o te abría mi temperatura. Quizás fue instinto de llanto. No lo sé, me confundiste. Quizás querías un poeta y no un enamorado. Mauricio Escribano Imagen Laura Makabresku
Vos mirando el andén desde una ventana con poca memoria. Otra vez tus ojos partiendo desde agosto en ese tren que va a la luna y es algo así como estar triste. Te me vas ahora, sin prisa. Igual que un caracol que llora sus caminos. Los trenes son embudos, microscópicos finales. Yo hablaré con el crepúsculo. Tendré la costumbre de arrinconar mi boca en la escama del vino. Cada vez más me quedaré con esta piedra de melancolía. Vos me la regalaste. Mientras leías con los dedos los hilos de la lluvia. La guardaré inaudible hasta que seas vieja y en un delirio me la demandes.
Es con vos con quien viaja la lluvia hasta el borde del mar. De este lado del diluvio me pregunto si llegaste. Y sin embargo al irte me dejaste tu presencia. Como una pisada de elefante que se hunde aquí en mi pecho de repente. Mauricio Escribano
Llevo el cuchillo carnívoro que tu misterio puso en mi mano. Por si me fallan los reflejos mientras gasto los colmillos de mi tinta -siempre tuya-, rastreando esa palabra que levante vuelo sin saber que yo la morderé en el aire. Y me largo a andar ahora entre astutos vegetales. Porque si yo no cazo, mi amor, te arderá el hambre de los ojos.