Nos iremos. Hay un bosque al costado del mar y una casa que sueña en la arena. No me importa dejar lo que tengo si a tu lado me sobran las ganas de amar lo que falta. Lo que venga. Cenaremos pescados y hierbas y de postre esa nube de azúcar que deja la lluvia a los enamorados. Mauricio Escribano Imagen Hélène Desplechin
Ella dice que se mutiló la piel para arrancarme, y que ahora baila con mi cabeza bajo un brazo. Que desde una ventana arrojó mis restos a la calle, con los zapatos llenos de pólvora. Para verme explotar justo en el aire. Dice que su espalda es el patio de una cárcel, donde mi fantasma deambula con un pucho en la boca condenado a cadena perpetua. Dice que me amaba a rabiar, y que mi ausencia criminal continúa habitándola. Yo digo que mordida por un pájaro nocturno, trae su espalda de ananá llena de plumas. Que tal vez trine imitando aquel sonido que le olfateaba el azúcar, o gire en el destello de esas alas que aún le duelen en lo hondo de su carne. ¡Es más hermosa ahora que el pájaro la ha picado! Digo que ya no tiene tiempo para imaginar la muerte, que su luz se propaga en la mente de la noche. Que busca un nido, que revolotea, y come insectos vivos, cuando abandona sus berrinches entre los huesos de la tarde. Mauricio Escribano Imagen Abril Peiretti
Llegó el verano, este inmóvil verano que brilla en el espanto de las frutas. Y tú sigues dibujando larguísimas sombras que van hasta la noche. De pie, entre cajas de embalaje, bolsos repletos de nosotros, y hojas negras caídas donde el viento cerró los postigos de esta casa. A un costado está tu boca, con un miedo gigantesco, una tacita colmada de esqueléticos pájaros. Murmullos que yo escucho agarrado a la caparazón del vino. Cuando guardo tu memoria en el estuche inmarchitable de una lágrima. Fuiste demasiada felicidad, para concebir la disciplina de no verte en espejos simultáneos, y acariciarte con manos ya muy viejas. Sola de mí. Como la muerte que llevo en los zapatos. Mauricio Escribano
no tengo palabras quisiera decirte algo que se parezca a lo que siento pero todas mis palabras las he tirado al fuego y ahora te escribo con un saldo de cenizas que perduran como todo lo que nunca ha sido dicho. Mauricio Escribano Imagen Abril Peiretti
Todo lo que hace comienza con soledad y termina con soledad Noche tras noche un tigre blanco desciende del Himalaya Y ella lo acaricia mientras la devora. Mauricio Escribano Imagen Oleg Andreev
Ya no hay cómo confundir aquello que la memoria irá soltando despacito sin dar más explicaciones. Es cierto no hay refugio. Nadie asedia porque sí la pared de un cementerio. Junto a este muro solo duermen vagabundos acariciándose el cabello. Los dos lo sabemos. Las calles también son asilos y esta bandera de los muertos todavía es América. Jamás te olvides de este muro donde la luz libró combate cuerpo a cuerpo. El beso, las lluvias torrenciales, el peso de mi sangre rabiosa de amar lo que no pude. Ya nos despedimos. Seremos arboledas de un Buenos Aires anciano del que nada sabrán los niños. Tampoco me recuerdo. Por suerte y para siempre, crecerán nuevas legumbres cada abril sobre el olvido. Mauricio Escribano
Miro en el techo una larga gotera de palabras. La lluvia quiere abrir la puerta entrar con sus erizos sentarse a temblar en una silla. Gira el picaporte viene de esconderse en la tristeza a inundarme de certezas con el agua de su pelo. Trae ramas de sauce un porvenir de arcilla tan desnuda que no sabe mantener el equilibrio. Me diluvia. Se abraza a sus pechos. Me cuenta del cansancio de los árboles caídos de las cosas que se oxidan con el tiempo. Dice que en las nubes ya no hay muertos ni dioses ni arcángeles. Solo ella la que extraña boca abajo la que llora amordazada. Mauricio Escribano Imagen Luduen
me he habituado al humo verde de la hierba al brillo mudo de la iguana a los galgos invencibles al laberinto de las hojas si supieras que soy yo entre las higueras de muslos lechosos y me quema un aire incontenible cerca de la noche cuando vuelven en bandadas las sombras de los pájaros Mauricio Escribano Imagen 美撒郭
Si vos no estás aquí llueve de costado y cada gota es una aguja que me clava cada instante y cada instante una frontera con los fuegos agotados. Mauricio Escribano Imagen 美撒郭
Afuera, no muy lejos de la puerta, un ruido de lluvia tiene labios, para decir lo de esta noche: Que yo, con mi cuchillo corto carne, hiervo puerros y zapallos, le doy rienda al vino de mi sombra. Y hago de esta soledad, todo un manjar para tu boca. Mauricio Escribano Imagen Laura Makabresku
Paso mi mano por este cuerpo que el viento ha mordido le quito los clavos aúlla. Ahora sí. Veo que toda mi vida fue pequeñísima. Quién habrá atado mi nombre con alambre. ¡Qué importa! Algo feroz me llama por debajo de la piel. Recién llego donde no hay bordes. Mauricio Escribano Imagen Hélène Desplechin
Esta lluvia y sus pájaros de piedra hiere la puerta de mi casa brota la humedad del cielo raso descascara mis pulmones mis ojos se marchan con las nubes esta lluvia la conozco sé de su tristeza y me escondo como un loco debajo de la cama. Mauricio Escribano Imagen Antonio Palmerini
De qué me sirvió seguir razonando el fin del amor si la razón era solo un lamento. Digo que mejor me hubiera ido llorando sin fin hasta extinguir las cenizas. Mauricio Escribano
Hoy puedo vivir sin mí darle un descanso al espejo soltar los pájaros que guardaba en los bolsillos dejar que mi voz vuelva a subirse a los árboles. Hoy puedo saltar sobre mí esparcir mis heridas ser bueno porque supe lo malo desnudar el poema y con los ojos cerrados sumarme a la orgía de los grillos. Mauricio Escribano Imagen Stephen Carrol
Ya nadie se acerca hasta aquí ni ronda esta soledad que me oculta como a un lobo brillando entre abedules. Toda mi vida ha sido un sueño. Soñé que era un hombre y razonaba. Será que al despertar: El hombre que soñé se volvió indomesticable y aullaba hacia la luna. Mauricio Escribano
qué te puedo decir de este pájaro gris corazón quizás que en la latitud 33 grados sur de una esquina el día que nos fuimos amor caminé con mis alas. Mauricio Escribano Imagen Laura Makabresku
fue como soñar y encontrarme enamorado de una mujer que nunca ha existido en la tierra ¡puta madre! reiteradas veces la misma mujer y al despertar volver a caer en la cuenta Mauricio Escribano
nunca mires hacia atrás o la noche te dejará ciega la luna reina en la carretera y solo llevás en la maleta un corazón que no sabe morir esta es la última vez que sacaré tu pie de la trampa desde ahora aprieta bien tus dientes cuando el olor de los recuerdos se filtre en tus visiones yo huelo a grass a lumbre de bencina a cuero gastado
que no te engañe otro perfume yo huelo a macho en ruinas y es momento de arrasar con mis olores de agolparlos en las Termópilas y empujarlos al desfiladero cierra los ojos y haz de lo nuestro un presentimiento victorioso: un águila que vuele en círculos sobre un altar porque será la soledad un signo detrás del horizonte que nunca veremos será un río de luz esta danza macabra de abismos que se apagan. Mauricio Escribano Imagen Noelle Buske
Te persigo porque la vida se trata de eso de ir unos contra otros encubiertos. Yo voy corriendo para arrojarte mi amor como un piedrazo en la boca. Y es el beso el que golpea y es el golpe el que te besa hasta que sangres. Mauricio Escribano
Si solo fuera por tus labios despintados que este incendio no se apaga. Pero ante el primer soplo de viento el rouge del tiempo quemado arderá de nuevo en mi boca. Y otra vez en cada noche habrá una luna clausurada por el humo de tus besos. Mauricio Escribano Imagen Angelika Etjel
Únicamente puedo mirar el devenir al borde de un acantilado, cuando nada pide el delirio de tu cuerpo. Sabiendo que jamás estarás como ahora, muriéndote conmigo, dormida como se duerme la lluvia en la hortaliza. Devorados los caminos de tu espalda, amanecida en cautiverio. No ignoro que si te pensara en vez de adivinarte, uno de los dos caería de inmediato, en esta profundidad que no se alcanza a sí misma. Y lo que quede de esta noche, sería el eje de un mar abandonado y en desorden, donde tenías el cabello. Mauricio Escribano Imagen Nastya Kaltkina
Ese goce tuyo, flotante, amarillo, de lamer la herida para fugarte con la sangre Pero esta herida mía de maíz desata su embrujo Has venido a besar lo débil y te encontraste con la selva. Mauricio Escribano
Cada vez que las hojas de las flores susurran tus colores un colibrí invisible murmura tu nombre en el aire Y yo escribo el silencio en mis labios porque a todos nos falta una flor. Mauricio Escribano Imagen Kamil Vojnar